martes, marzo 29, 2011

Reus: la película que conspira contra sí misma

Antes de decir nada, debo aclarar un par de cosas. Primero, que me voy a salir de la temática del blog. Necesitaba un lugar para expresarme, y bueno, para eso están los blogs. Y segundo, que voy a hacer la crítica de una película después de haberla visto una sola vez; esto quiere decir que todo lo que aquí exponga debe ser tomado con pinzas (no entiendo cómo hacen los críticos para escribir tras haber visto una peli por primera vez, en todo caso vaya mi admiración por aquellos que saben hacerlo bien). Ni siquiera recuerdo bien todas las imágenes.

Hechas las aclaraciones, a lo nuestro. Quiero comentar sobre "Reus", de Pablo Fernández, Eduardo Piñeiro y Alejandro Pi, estrenada hace cuatro días. Para leer la sinopsis (y entender lo que viene), haga clic aquí.

A mi juicio, el film maneja muy bien los códigos del policial, e incluso cumple con la madurez técnica que hoy en día se espera del cine uruguayo. Narración, mis-en-scene, metáforas, todo se cumple con corrección impecable. Pero a medida que avanza la película, uno percibe que hay algo que le incomoda y no sabe bien qué es. Quizás haya cierta debilidad en aquellos recursos técnicos, y entonces uno se sale de la narración y se pone a pensar qué es eso que le incomoda. Y ahí está: extrañamente, lo que incomoda es que uno ha sido llevado por el film a identificarse con los explotadores y no con los explotados y marginados.

La agenda política de "Reus" trae un mensaje claro: en el mejor de los casos, una banda de delincuentes comunes y un grupo de capitalistas son lo mismo; en el peor, los capitalistas son los verdaderos culpables. En definitiva, todo esto empieza porque Don Elías (el capitalista) cagó al Tano (líder de la banda de criminales) y lo metió en cana. Amén de toda la cadena de señales que se dan a lo largo de la película, trazando paralelismos entre una y otra "banda", a través de una edición que busca trazar más las semejanzas entre los grupos que sus diferencias. Un ejemplo: cuando Don Elías pide que no aten al "pichi" que habían atrapado; corte y primer plano de su hijo "atándose" con el ritual judío de ponerse los tefilín.

Sin embargo, creo que la propia película conspira contra su propia agenda política. ¿Por qué? Porque uno es conducido a creer que los comerciantes "simplemente" buscan ejercer su oficio en paz, y es llevado a identificarse con ellos: son ellos quienes son atacados, quienes están cansados de los robos, quienes lo único que quieren es defenderse y no encuentran otra salida que la justicia por mano propia, ante la negligencia y corrupción del Estado (la Policía). En mi caso personal, el clic se dio cuando me di cuenta de que no me molestaba que llamaran de "pichi" a los miembros de la banda criminal. Había llegado a un nivel de identificación tal con Don Elías, que había naturalizado y justificado el trato que se daba a quienes, en realidad, son víctimas sociales. No sé cuántos de ustedes sintieron también que los comerciantes buscaban "sólo" defenderse, pero tengo la impresión de que la construcción visual del film lleva a muchos espectadores a percibir la historia desde ese punto de vista (a excepción, quizá, de los planchas).

Así que el film no profundiza en las raíces del problema. Más allá de que busca un balance al retratar a Don Elías como un personaje cruel que tortura y mata, falta el énfasis analítico que fundamente el mensaje de la película. Es decir, si la peli quiere decirnos que los comerciantes y los ladrones son delincuentes equivalentes, ello no encuentra sustento en la construcción de la historia, sobre todo en lo que tiene que ver con la identificación del espectador con los personajes. No hay un análisis social del fenómeno, sino uno desde la óptica de la "seguridad". La banda de delincuentes son un hecho dado, existen. La pasta base es un hecho dado, existe. Pero nada más. No hay contextualización social. A lo sumo, un recuerdo sinecdóquico a través del hecho de que el Tano está enojado porque lo cagó Don Elías.

En definitiva: las intenciones del film me parecen buenas, cómo están llevadas a cabo lo es menos.

Una mención aparte merece el énfasis importante que se pone en los rituales judíos. Creo que como parte de los errores de contextualización social (o la ausencia de la misma), el film cae en la tentación del atractivo visual y narrativo del retrato étnico. No se observa a los comerciantes como miembros de una clase (explotadora, especuladora, egoísta) sino como miembros de una comunidad religiosa, al filo de una secta. Comprendo que es más fácil transmitir al público -en función de la narración- una oposición entre estereotipos. También comprendo todo lo que podía haberle rendido a la película la metáfora del rito de iniciación que es la Bar Mitzvá. Pero este especial énfasis en lo religioso (particularmente en lo ritual) hace que veamos en el grupo de comerciantes, no un grupo de comerciantes (de explotadores, etc.) sino un grupo de judíos. Y eso es un problema.