Pepe es de esos muy pocos perros inmigrantes. Se la re bancó, hace casi seis años, cuando lo metieron en una caja diseñada a su medida y lo guardaron en la bodega del avión para recorrer el mundo: de Uruguay a Israel, 24 horas de encierro.
Cuando fuimos al Aeropuerto Internacional de Carrasco (Montevideo), Pepe iba contento, pero cuando se dio cuenta de qué era lo que estaba pasando, se encargó bien de que sus pulmones le dijeran a todo el mundo que no le agradaba mucho la idea de despedirse de Uruguay. Así y todo, se la bancó. Y llegó a Israel. Al Medio Oriente, con su clima insoportable en verano, con sus espacios reducidos...
Fiel hasta más no poder, la pasó joya en la despedida de soltero de Chancha, hace cosa de un mes. Fue la última vez que disfrutó de la libertad de estar al aire libre, oliendo por acá y por allá la tierra virgen y las hojas de los árboles. Le encantaban los espacios libres, donde podía correr a su antojo. Me lo dejó bien claro cuando hace dos años, cuando viví un par de meses con Chela, lo llevaba todas las noches a la canchita de fútbol de la esquina: cerraba la puerta y lo soltaba, para que corriera a su antojo. Y el fenómeno siempre cagaba al lado del árbol, sobre la tierra, para facilitarme la vida a mí y evitarme la juntada de torta.
También le encantaba hacer amigos. En esa misma canchita, unos meses antes, entabló relaciones bien interesantes con un perro vecino, hasta que llegó un Amstaff hijo de puta (con un dueño más hijo de puta) que le cerró la puerta de la canchita y de la amistad.
Nunca en su vida agredió Pepe a un perro ni a una persona, siempre obedeció a su amo, hasta el final, demostrando con toda su potencia cuánta mentira hay en la vuelta acerca de su raza. No dejó herederos, pero su paso por este mundo fue único. Se fue exactamente seis años y dos días después de que lo hiciera Samuel, el papá de Chela, y 12 días antes del que será, presumo, otro de los cumpleaños más tristes de la vida de Chela.
A Pepe aprendimos a quererlo todos; a Pepe lo sacamos a mear, alguna vez, todos. A Pepe lo extrañaremos todos. Querido Pepe: que descanses con la paz de saber que fuiste un gran perro.
1 comentario:
Le mando un fuerte abrazo a Chela y a su mascota. Sé cómo se debe sentir porque también tengo un perro, un labrador y siempre está ahí, en las buenas y en las malas. Conocí a ese compañero en un cumpleaños de Yaco y aunque no haya pasado mucho tiempo con él, por tu comentario no tengo dudas de que ha sido y será uno de los artifices de que Chela haya podido adapatarse a Israel. Un fuerte abrazo a todos
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