La locura previa a los días festivos de Israel no se parece en nada a lo que pasa en Uruguay. En general, las festividades no se parecen en nada, pero quiero hablar específicamente sobre esas horas previas a la "liberación".
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Tuve la traumatizante oportunidad de ir al supermercado en la tarde previa a Rosh Hashaná, o sea, el Año Nuevo hebreo. Aquello era un infierno de viejas con carritos de supermercado pasando por encima del primer rival que se les apareciera (claro que nadie era rival, pero me pongo en el cerebritito de esas veteranas, se entiende), dejando a su paso alacenas despojadas. Si quieren ver algo parecido al fin del mundo, deberían ver las estanterías de los supermercados israelíes horas previas a las festividades. No creo que ninguna imagen lo describa mejor; lástima que no se me ocurrió sacarle una foto.
Ese día deberían haber puesto semáforos y señales de tránsito dentro del super. Aunque pensándolo mejor, obligatorio habría sido poner policía de tránsito, porque con lo automático no alcanzaba.
Y yo me encontraba ahí, en medio de la faena, tratando de encontrar una lechuga (¡aunque sea una!) que hubiese quedado en buen estado. Es que parecía que alguna de las viejas se hubiese paseado con su carrito POR ENCIMA de las lechugas. Y no quedaba ninguna.
Llegar a última hora me dejó con el premio consuelo de comprar las sobras. La compra duró el doble de tiempo de lo habitual y la cosecha, obviamente, la mitad de lo de siempre.
Uno podría tener la esperanza de que la cosa va a cambiar para Yom Kippur, pero vamos, ¡que perdimos la inocencia hace tiempo!
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Tuve la traumatizante oportunidad de ir al supermercado en la tarde previa a Rosh Hashaná, o sea, el Año Nuevo hebreo. Aquello era un infierno de viejas con carritos de supermercado pasando por encima del primer rival que se les apareciera (claro que nadie era rival, pero me pongo en el cerebritito de esas veteranas, se entiende), dejando a su paso alacenas despojadas. Si quieren ver algo parecido al fin del mundo, deberían ver las estanterías de los supermercados israelíes horas previas a las festividades. No creo que ninguna imagen lo describa mejor; lástima que no se me ocurrió sacarle una foto.
Ese día deberían haber puesto semáforos y señales de tránsito dentro del super. Aunque pensándolo mejor, obligatorio habría sido poner policía de tránsito, porque con lo automático no alcanzaba.
Y yo me encontraba ahí, en medio de la faena, tratando de encontrar una lechuga (¡aunque sea una!) que hubiese quedado en buen estado. Es que parecía que alguna de las viejas se hubiese paseado con su carrito POR ENCIMA de las lechugas. Y no quedaba ninguna.
Llegar a última hora me dejó con el premio consuelo de comprar las sobras. La compra duró el doble de tiempo de lo habitual y la cosecha, obviamente, la mitad de lo de siempre.
Uno podría tener la esperanza de que la cosa va a cambiar para Yom Kippur, pero vamos, ¡que perdimos la inocencia hace tiempo!
1 comentario:
Picha, los supermercados están hechos para las abuelas. Son las que suelen ganar en estos casos. Jeje la póxima ve te recomiendo un chino que tengo al lado de casa que esos siempre tienen de todo. Un abraz.
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