Después de tomar las primeras fotografías con ojo de primerizo, escuché la voz de alguien que hablaba en español “español”. Cuando me di vuelta, vi que era José Levy, rostro y voz de CNN en español en Israel.
El, obviamente, era la representación de todo lo contrario de este joven periodista: semblante tranquilo, sonriente y concentrado en oír la radio o intercambiar alguna que otra idea con su camarógrafo.
Claro, habían pasado ya más de cuatro horas desde que un joven palestino se inmoló en el mismo puesto de comida en que otro camarada suyo lo había hecho tres meses atrás, y ya todo lo “peor” había pasado.
“Hay algunos lugares que se transforman en símbolos. Uno de ellos es la línea 18 de Jerusalén. Recuerdo que explotó un domingo a las 7 de la mañana y al domingo siguiente volvió a explotar a las 7 de la mañana”, me comentó Levy, con quien mantuve una muy afable charla.
Cuando llegué, un hombre con una manguera de bombero estaba limpiando la calle y la gente de seguridad y otros expertos chequeaban el lugar.
Uno de los curiosos que se habían acercado al lugar gritó: “¡Que se cuiden los iraníes!”, a lo que le contestó otro: “Decime, ¿qué vas a hacer si tiran una bomba química? ¿De qué te sirve pegarles?”.
Más tarde, una mujer, molesta porque no dejaban trabajar a los periodistas con la suficiente comodidad: “Israel es mierda, no un país”.
UN PARAÍSO
Habitualmente paso por el barrio donde explotó la bomba para ir a la Cinemateca. Hoy tuve que ir por otro motivo y ver que cuatro horas y media después de la explosión abrían la calle para el pasaje de vehículos.
Justamente en Cinemateca había visto, dos días antes, la película “Paraíso Ahora”, en la que se narra la preparación de dos terroristas palestinos previo a inmolarse en un ómnibus en Tel Aviv.
Aunque el film se focaliza en las dudas, miedos y complejidades psicológicas de los protagonistas, quien la ve en Israel puede salir del cine con un poco de sensación de inseguridad. Y eso a mí me pasó. Estos dos días volvieron a mi cabeza una serie de pensamientos que surgen cuando uno se sube a un ómnibus en Tel Aviv y que, generalmente, con el tiempo y la costumbre se minimizan al máximo.
No es un miedo patente, porque uno no puede andar por la calle todo el día con miedo. Pero sí volví a pensar que la posibilidad existe, que estoy expuesto, que no todo es lo que parece...
Todos esos pensamientos emergieron también ayer, horas antes del atentado, mientras viajaba a la ciudad de Rishon Letzion a buscar un paquete que me habían enviado desde Uruguay a través de un familiar.
Pero como últimamente ocurre, son pensamientos contundentemente efímeros, y el resto del viaje estuvo concentrado en encontrar la dirección que me habían indicado.
Antes de almorzar me llamó mi hermana para avisarme que se había producido un atentado, pero no podía comunicarse con mis padres porque estaba en el trabajo.
Amablemente, mi familiar lejano me ofreció para llamar, así que los tranquilicé a las 8 de la mañana hora uruguaya, antes de que pudieran enterarse del ataque.
POR LA TELE
Tenía pensado ir a ver una peli de Truffaut, a las cinco de la tarde, pero cuando después de almorzar encendieron la tele, no pude despegarme. Terminé viendo escenas que podrían ser perfectamente de una película de Luis Buñuel.
Cualquier estúpido sabe que si el discurso de Shimon Peres al instalar un nuevo Parlamento es importante e interesante, mucho más lo es si ocurre en estas condiciones.
Decidí quedarme a esperar ese discurso. A medida que tomábamos el café de la sobremesa, veíamos en la pantalla que la cantidad de muertos subía: cinco, seis, siete, ocho... nueve.
Cuando el músico que fue contratado para la ceremonia del Parlamento comenzó a tocar, el noticiero dividió la pantalla, y en la otra mitad se veía el trabajo de los expertos en el lugar del atentado.
DE VUELTA EN ISRAEL
El miedo del regreso fue a los embotellamientos. Aquí se producen, en horas pico, esperas de hasta 120 minutos.
Me tomé un minibus, de esos en que pocos días después de mi llegada al país un terrorista palestino asesinó a una mujer de 50 años a puñaladas.
El jefe del conductor estaba sumamente preocupado por la posibilidad de que éste se topara con embotellamientos, y todo el tiempo chequeaba la situación a través del handy.
Ya cerca de Tel Aviv se podía ver muchísimos policías y militares, así como coches policiales cortando el tránsito para buscar a quien condujo al militante palestino.
Increíblemente no nos topamos con ningún embotellamiento, ni siquiera el que estancó a mi hermana en el ómnibus durante hora y media.
Me bajé del minibus y empecé a caminar en dirección al lugar del atentado, lo cual me llevó unos 20 minutos. “Ah, caramba, estoy en Israel, lo había olvidado”.
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7 comentarios:
vivir con miedo perpetuamente se puede, preguntale a los ninios palestions de gaza que hace un mes no dejan de bombardearlos diariamente y mueren en sus propias casas, mirando la tele, durmiendo etc.
Durante la intifada no se vivia las 24 horas con miedo, pero todo omnibus que te tomabas era una tembladera implacable, o tomarte un cafe en la calle paso a ser un recuerdo bonito.
sobre el discurso de peres, no se si soy "algun idiota" pero es lo mas aburrido, y superfluo; otro discurso mas de promesas y amenazas, palo y zanahoria, perdida de tiempo.
bien ahi, militante palestino y no terrorista...
hablamos loco. ...io
Leo la sección internacionales de Ultimas Noticias, y me encuentro con este soberbio relato.Bien por usté y celebro que el diario lo haya publicado, escapando de los aburridos formatos.
¿cuántos Israel hay?
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