La crónica abunda en críticas a la actitud israelí, que pendula desde la ineficiencia más irresponsable a la negligencia más altanera. Ante la información de una iniciativa política palestina por obtener reconocimiento de los países latinos, los israelíes hicieron muy poco para detenerla, o bien fueron mal informados por los gobiernos de los países anfitriones.
Sea cual sea el caso, llama la atención el énfasis casi exclusivo que se pone en la acción israelí, frente a un proceso político que se encuadra por fuera de las posibilidades de control de los sionistas. La crónica de Haaretz refleja cierto halo de la clase dirigente israelí, pero también de sus críticos y en general del mainstream sionista, metonimizado genialmente ayer por el actor Tal Fridman en el programa satírico "Eretz Nehederet" (país maravilloso), mientras interpretaba al ministro de Seguridad y líder del Partido Laborista Ehud Barak: "Vinieron unos extraterrestres, me abdujeron, me insertaron un chip y me dijeron que si renunciaba a mi cargo el chip explotaría y haría volar al Planeta Tierra", contestó ante la pregunta del conductor de por qué no renunciaba a este gobierno tan derechista. Existe un grado de chauvinismo tal que no se llega a comprender la existencia de procesos políticos, culturales e históricos que están por fuera de la acción de los israelíes. Transmiten un mensaje de "todopoderosos", especialmente palpable desde la asunción de Obama y el trabajo de "raspado" que hace desde entonces Netanyahu, en complicidad con parte de la dirigencia judía de Estados Unidos.
El artículo de Haaretz citado parte de la hipótesis (no explícita) de que si los diplomáticos y sus jefes en Jerusalén hubieran sido más profesionales, podrían haber detenido el proceso. Sin embargo, el proceso de posicionamiento de Brasil como país líder e influyente en el mundo, la retomada de cierta (tibia, muy tibia) conciencia tercermundista de América Latina (lo que la lleva a estrechar alianzas con los colonizados árabes), y las iniciativas políticas palestinas, están por fuera del control israelí, o incluso norteamericano. Y es este concepto básico que, entre muchas otras cosas, obstaculiza las posibilidades de convivencia en Oriente Medio. Si la potencia regional está convencida de que puede manipular a diestra y siniestra, y según su antojo y sus intereses, todo lo que ocurre en la zona y más allá, es imposible que vea la necesidad de llegar a acuerdos de paz como única vía posible de supervivencia y convivencia. Si no interioriza los procesos regionales y globales más allá de su retórica victimizante, es comprensible que no se sienta amenazada de verdad (me refiero a una amenaza mucho más poderosa de aquella que puede ser manejada por medios militares). Y así seguirá la falsa rosca del títere y el titiritero, hasta que un día explote el escenario.
El artículo de Haaretz (en hebreo): http://www.haaretz.co.il/hasit