Esta mañana terminé de leer la entrevista que Rolling Stone le hizo al actor Robert Downey Jr. Busqué la nota en el sitio online de la revista pero no la encontré, así que tendrán que disculparme y confiar en mi descripción.
Una vez más, esa revista me dio lecciones de periodismo. El periodista (cuyo nombre no recuerdo) va desmenuzando la personalidad de este tipo de una forma magistral: sin entrar en controversia con él, va metiendo comentarios y ordenando la información sobre su vida de modo que logra transmitir al lector una idea del tipo exactamente contraria a la que el actor quiere dar de sí mismo.
Pero repito, lo hace sin entrar a polemizar con él. Y el recurso más potente es tomar en serio la propia declaración del actor de que él solamente actúa, y aplicarla a todas las mentiras, medias verdades y elipsis del actor. Abstrayendo la cosa, diríamos que todo lo que hace el actor mientras habla con el periodista es parte de una actuación, y por ende, de una tarea de esconder a su verdadero yo detrás del escudo del personaje.
Y el periodista nos lo dice con una calidad impresionante, con bocadillos que mete entre declaración y declaración, mostrando cómo el Downey se escapa de sí mismo, al menos mientras está frente al cronista. El periodista, en definitiva, nos muestra la verdad, y aunque no puede decirnos qué hay más allá, nos deja a las puertas de ese más allá, para rematar, al final, con un "hay que reconocérselo: actuó bien".
Bueno, algo parecido hace el escritor Luis Racionero en una entrevista que publicó hoy La Vanguardia. El titular que eligió el entrevistador es la cita "Mi madre me hizo machista", pero en realidad, a lo largo de toda la entrevista Racionero exopne, sí, su versión que se convirtió en un misógino, pero fundamentalmente que no es un machista.
Racionero muestra -y se encarga de decirlo- que es un dominado por las mujeres, poniéndose en un lugar que estaría cerca del polo opuesto del machismo. No digo que lo esté, digo que está cerca (porque claramente no es feminista, como ya lo sugerí).
Y en definitiva, con una técnica muy distinta, la entrevista logra transmitirnos la impresión de que el personaje es algo bien distinto de lo que manifiesta ser.
Una vez más, esa revista me dio lecciones de periodismo. El periodista (cuyo nombre no recuerdo) va desmenuzando la personalidad de este tipo de una forma magistral: sin entrar en controversia con él, va metiendo comentarios y ordenando la información sobre su vida de modo que logra transmitir al lector una idea del tipo exactamente contraria a la que el actor quiere dar de sí mismo.
Pero repito, lo hace sin entrar a polemizar con él. Y el recurso más potente es tomar en serio la propia declaración del actor de que él solamente actúa, y aplicarla a todas las mentiras, medias verdades y elipsis del actor. Abstrayendo la cosa, diríamos que todo lo que hace el actor mientras habla con el periodista es parte de una actuación, y por ende, de una tarea de esconder a su verdadero yo detrás del escudo del personaje.
Y el periodista nos lo dice con una calidad impresionante, con bocadillos que mete entre declaración y declaración, mostrando cómo el Downey se escapa de sí mismo, al menos mientras está frente al cronista. El periodista, en definitiva, nos muestra la verdad, y aunque no puede decirnos qué hay más allá, nos deja a las puertas de ese más allá, para rematar, al final, con un "hay que reconocérselo: actuó bien".
Bueno, algo parecido hace el escritor Luis Racionero en una entrevista que publicó hoy La Vanguardia. El titular que eligió el entrevistador es la cita "Mi madre me hizo machista", pero en realidad, a lo largo de toda la entrevista Racionero exopne, sí, su versión que se convirtió en un misógino, pero fundamentalmente que no es un machista.
Racionero muestra -y se encarga de decirlo- que es un dominado por las mujeres, poniéndose en un lugar que estaría cerca del polo opuesto del machismo. No digo que lo esté, digo que está cerca (porque claramente no es feminista, como ya lo sugerí).
Y en definitiva, con una técnica muy distinta, la entrevista logra transmitirnos la impresión de que el personaje es algo bien distinto de lo que manifiesta ser.